La Construcción de MPEACH – REVISTA OJO

MPEACH está a punto de lanzar el primer larga duración de su carrera y antes de hacerlo decidió dejar un rato Nueva York y pasarse por su Caracas Natal, donde le contó a revista OJO en exclusiva todos los detalles:

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Revista OJO
Sección: Todo oídos
Por Jesús Torrivilla
Fotos: Louis-Philippe Beauduin
Maquillaje y estilismo: Déborah Castillo

La construcción de MPEACH

MPeach está a punto de lanzar el primer larga duración de su carrera y antes de hacerlo decidió dejar un rato Nueva York y pasarse por su Caracas natal, donde le contó a Revista OJO en exclusiva todos los detalles

En la trastienda de un restaurante en Nueva York arden los fogones y se confunden los modismos. Suenan cumbia, bachata y hip hop, junto con el traquetear de los cuchillos contra las tablas. Arden los guisos y burbujean las imprecaciones. Hace un calor que se potencia con los cuarenta grados del verano.  Mariana Martín Capriles entra a preguntar por una orden, después de hacer caja. Su título de Manager se riñe con uno más familiar: Peach. El soundtrack de esa cocina suena al presente continuo de su infancia. Y en él se reconoce. Bromea con los cocineros, que le dicen güerita.

—Yo quiero hacer música que ellos se tripeen.

Así afirma Peach desde un bar en Caracas, mientras pasa unos meses preparando el lanzamiento definitivo de su primer larga duración. Lleva varias semanas de vuelta a su ciudad natal para recoger fuerzas y ampliar su red de colaboradores. Siente que llegó el momento de darle forma definitiva a su proyecto musical, MPeach, y de conquistar a un público que poco a poco conoce más de ella.

Caracas de noche

Otra escena hace que el bar, al finalizar la tarde, se transforme en la madrugada cerrada. Peach recuerda la Caracas del nuevo milenio, marca el calendario con el primer disco de Kanye West, The College Dropout (2004), que coincide con su mudanza definitiva a Nueva York. Todavía internet no se había transformado en la fuente masiva del conocimiento musical, se empezaba a tejer Myspace, y las velocidades de descarga a permitir redes de intercambio.

Recuerda un momento prometedor en esos cuatro años. “Había todavía la mística del descubrimiento, una sensación de que estábamos creando algo novedoso”. Es la época en que la música electrónica comienza a experimentar con propuestas audiovisuales. Mientras, al fondo, en las zonas populares de la ciudad se escuchaba changa y raptor house. La inseguridad no había alcanzado los picos que experimentaría diez años después. Había fiesta.

En esa época comienza a tocar en dúo: “Jimmy Flamante & Peach”. “Yo era vista como una artista visual dentro de la música. Comencé a colaborar con Jimmy en imágenes que acompañaban los toques. Era un proyecto muy Y2K”. Otros nombres frecuentes que suenan en Caracas son Cardopusher, el colectivo Keloide, el crew de grafiteros ERA. Peach reconoce la influencia de todas estas expresiones: un grupo de amigos con ganas de cambiar la ciudad, de proponer, de hacer una cultura híbrida que se nutre de todo. Desde el principio la mezcla es uno de los pilares de Peach: “Siempre he querido mezclar la música popular con la electrónica. Me dije: ‘te lo juro que esto tiene que ser el futuro’. Mezclar Velvet Underground con Juan Luis Guerra y los 440”.

En su estudio en la Organización Nelson Garrido, Jimmy Flamante recuerda también esa primera generación de artistas audiovisuales. “Nosotros viajábamos a Colombia, a otras partes de Latinoamérica, y no estaba pasando nada como aquí. Estoy orgulloso de esa época, éramos un grupo de panas que sí logramos hacer algo valioso”. Flamante colabora de nuevo con Peach en la producción de algunos temas del nuevo disco y entre ellos se escuchan los ecos de una ciudad como Caracas, que en escenas pequeñas, entre grupos creativos, logran impulsar un movimiento que brilla con mayor o menor intermitencia después hastíos y emigraciones.

Hazlo tú mismo

“Yo soy una artista venezolana”, afirma MPeach con una seguridad belicosa. Reivindica sus raíces folklóricas, pues en su familia hay músicos de salsa, de tambores. “Soy de ritmos latinos, mezclar eso tiene que ser un buen mix”.  Se muda a Nueva York y se establece en Brooklyn donde trabaja de freelance haciendo motion graphicspara clientes internacionales.

De su paso por Todosantos, banda inclasificable de dance y experimentación electrónica que ha construido un aura de culto, Peach se encargaba de mezclar en vivo los visuales, en un momento en que ese tipo de trabajo era pionero. El MIDI se mezclaba con la frecuencia de color y creaba texturas que acompañaran a la música, un proyecto que ella califica de “nerdy, súper difícil de definir”, pero que sin duda dejó una impronta en la música alternativa venezolana de los primeros años del dos mil.

A partir de ese recorrido, MPeach va adquiriendo su figura y estruendo de neón. Martín lo cree así: “Toma tiempo descubrir las cosas y encontrar tu forma de narrar”. Se presenta sola en escena, usa pedales que filtran su voz en video, juega con consolas y anima al público. “Quiero llegarle a la gente con un proyecto experimental, bailable y con espíritu de fiesta. Que te impresione pero que la pases bien”.

En 2011 lanza el EP Vengo por ti, con tres temas y dos remixes. Lo hace a través del sello Abstractor y se encargan de la producción Pacheko & Pocz, con la masterización de Cardopusher. Pero para darle forma a su primer larga duración tendrían que pasar tres años más. Mariana Martín, sin seudónimos, tenía que enfrentarse a su oficio y, para adquirir independencia creativa,  debía conseguir recursos: “Tengo una filosofía DIY –Do it yourself o hágalo usted mismo-. Prefiero pagar mi proyecto, para hacerlo como yo quiero. Durante los últimos años he trabajado en mi sonido, que quiere ser venezolano, dentro de la escena global. Mi interpretación, mis influencias, con contenido social”.

En Nueva York entró en contacto con el colectivo Dutty Artz, que describe como un hervidero de influencias de todo el mundo, pasado por el tamiz electrónico, el académico e, inclusive, el militante. Djs y músicos toman parte importante de actividades comunitarias y, absolutamente conscientes de su papel como artistas, se convierten en abogados de causas como la inmigración. La metáfora de la música como punto de encuentro se transforma aquí en asociaciones, en recolecciones de firmas y programas de ayuda.

La conversación deviene pronto a una de las artistas más visibles con una propuesta electrónica de influencias locales: Maya Arulpragasam, mejor conocida como MIA, una artista británica criada en Sri Lanka, hija de un importante escritor y activista. MIA ha asumido una posición contestaria a lo largo de su carrera, aderezando el pop con rebeldía política. Peach la ha visto en vivo, reconoce su influencia, pero se permite mantenerse descreída, pues detrás de Maya se revelan recursos importantes, como una educación posh, en una universidad exclusiva: “MIA estudió en el Central St Martins College en Londres. ¡Así que fuck you!”.

Ritmo loco

En uno de los brazaletes dorados que viste Mariana Martín, ahora transformada en Mpeach, se lee “Petare”. Al cuello lleva un collar con la forma del Distribuidor la Araña, de la Autopista Francisco Fajardo, que termina en un pequeño pendiente con la figura de María Lionza. Sobre la mesa descansa otro parecido, pero con las Torres de Parque Central. Son obras de Déborah Castillo, artista plástico y asesora de imagen de MPeach.

Del ocasional spanglish que adereza su discurso, junto con su cadencia insurrecta de caraqueña sifrina, se construye la imagen global pero con ascendencia local de MPeach. Para eso ha dejado pasar el tiempo y ha hecho alianzas: “Necesitas gente que te sume, para que tu propuesta sea más sólida. Me he propuesto ceder, eso es importante porque creces. Estoy clara de lo que yo quiero hacer. El truco es trabajar con gente con la que tienes afinidad”.

MPeach se preocupa por tener algo qué decir. Por hablar de esa ciudad en la que creció y de la que todavía se siente parte. Se pone en guardia para defender su proyecto, sin ignorar la realidad del país mientras se perfecciona en escena. Por eso reafirma las críticas a la calidad en vivo de artistas con posiciones políticas altisonantes: “No es solo hablar, denunciar, no es suficiente. Hay que comprometerse con el público, saber lo que suena”.

De su nuevo disco, en diciembre pasado lanzó en la web el sencillo “Ritmo loco”, un tema electrónico de bajos poderosos y estirpe tropical. Para mediados de año espera tener listo los demás temas, cada uno con contraparte audiovisual, en un lanzamiento completo, resultado de su carrera reciente.

A MPeach le interesa abrir nuevos espacios, a partir de las redes y de la experiencia. Poder servir de enlace entre los artistas con los que ha tenido contacto en Nueva York para presentarlos en Venezuela, sin pretensiones de carteles con ambición. A la par, su proyecto baila sus propios pasos: “No quiero ser ni galla ni concious fastidiosa, quiero que te diviertas mientras piensas”.

En el bar en Caracas, cansada de fiestas de reencuentro y de la producción de su nuevo material, de pronto se recupera e increpa a su interlocutor, en defensa de sus canciones: “No tengas miedo a ser quien tú eres, a hacerte preguntas. Cuestiona, exige. Eso es lo que quiero decir”.